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¿Cuáles son los modos? Para una crítica de la violencia como medio en la desobediencia civil

  • Foto del escritor: Jorge Alberto Hidalgo Toledo
    Jorge Alberto Hidalgo Toledo
  • 10 mar
  • 3 Min. de lectura



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Por: Carlos Eduardo de Tavira Leveroni, Universidad Panamericana


El debate sobre la desobediencia civil ha estado marcado por una pregunta fundamental: ¿puede la violencia ser un medio legítimo para la protesta en contextos democráticos? Mientras que figuras como John Rawls, Jürgen Habermas y Hannah Arendt han sostenido que la desobediencia civil debe ser esencialmente no violenta, otros enfoques más contemporáneos han cuestionado los límites de esta postura.


Este artículo analiza el problema de la violencia en la desobediencia civil, revisando tanto la tradición clásica como las aportaciones más recientes al debate. La pregunta central es si la violencia puede ser un recurso legítimo en la acción contestataria o si, por el contrario, debe ser considerada un límite infranqueable dentro de los marcos democráticos.


El paradigma no violento de la desobediencia civil

La tradición clásica de la desobediencia civil ha estado dominada por la idea de la protesta pacífica. Desde Henry David Thoreau hasta Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr., la idea de la resistencia no violenta ha sido vista como una forma legítima de enfrentar leyes injustas sin comprometer los valores democráticos.


John Rawls, en su Teoría de la justicia (1995), sostiene que la desobediencia civil debe ser pública, no violenta y motivada por un sentido compartido de justicia. La razón de esta postura es que la violencia podría socavar la legitimidad de la protesta y alienar a la ciudadanía en lugar de generar apoyo para la causa.


Hannah Arendt (2015), por su parte, advierte que el uso de la violencia tiende a subvertir los objetivos políticos de la protesta, ya que los medios violentos pueden terminar devorando los fines para los que fueron empleados.


Jürgen Habermas (2002) refuerza esta idea argumentando que la desobediencia civil es un mecanismo de autorregulación del Estado democrático. En su visión, la protesta debe operar dentro de los límites del sistema legal para preservar su legitimidad.


¿Una frontera arbitraria? Críticas al pacifismo absoluto

A pesar de estas posturas, en años recientes ha surgido una crítica a lo que algunos autores llaman la "domesticación" de la desobediencia civil dentro del paradigma liberal. Robin Celikates (2016) sostiene que la idea de una protesta exclusivamente pacífica es una construcción que responde a intereses de estabilidad política más que a una reflexión ética profunda.


Candice Delmas (2020) y Ten-Herng Lai (2019) han defendido el concepto de desobediencia incivil (uncivil disobedience), que incluye formas de protesta que pueden involucrar algún grado de violencia, como el hactivismo, la filtración de documentos clasificados (whistleblowing) o incluso daños a la propiedad privada en ciertos contextos.


Según estos autores, excluir de antemano cualquier forma de violencia de la desobediencia civil es ignorar que muchas luchas por derechos han implicado confrontaciones más allá del simple discurso pacífico. En algunos casos, argumentan, la violencia puede ser la única manera de visibilizar una injusticia que el sistema ha normalizado.


Dignidad humana como límite de la violencia

Si la frontera entre la protesta legítima y la violencia ilegítima no puede basarse exclusivamente en la distinción pacifismo-violencia, ¿cómo establecer un criterio normativo?


Este artículo propone que el principio de dignidad humana debe ser el eje central de este debate. Siguiendo a Habermas (2010), la dignidad humana es el pilar sobre el cual se edifican los derechos fundamentales y la legitimidad democrática.


Desde esta perspectiva, cualquier acción que atente directamente contra la dignidad de las personas –sea mediante daño físico, psicológico o simbólico– traspasa el umbral de la desobediencia civil y se convierte en una agresión injustificable. Por el contrario, actos que desafíen estructuras de poder sin lesionar la dignidad individual podrían ser considerados parte de un repertorio legítimo de resistencia.


Conclusión

El debate sobre la violencia en la desobediencia civil no tiene respuestas fáciles. Mientras que el paradigma liberal tradicional ha insistido en la protesta pacífica como única vía legítima, enfoques más recientes han señalado que esta postura puede ser insuficiente para enfrentar ciertas injusticias estructurales.


La clave para resolver esta tensión no radica en una dicotomía simplista entre violencia y no violencia, sino en un análisis más profundo de los medios y los fines de la protesta. La dignidad humana, entendida como base de los derechos fundamentales, ofrece un criterio sólido para evaluar hasta dónde puede llegar la desobediencia civil sin comprometer los principios democráticos.


Si deseas profundizar en este análisis, consulta el artículo completo en la revista Sintaxis:

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