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19.10.2025: Ética algorítmica y trabajo digital

  • Foto del escritor: Jorge Alberto Hidalgo Toledo
    Jorge Alberto Hidalgo Toledo
  • 20 oct
  • 7 Min. de lectura
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Introducción

En este momento de aceleración tecnológica sin precedentes, emerge con renovado vigor una tríada detransformaciones críticas que demandan la atención de los investigadores en comunicación, medios y tecnologías disruptivas. Estas tres tendencias —la «ética algorítmica en entornos laborales», el fenómeno del “shadow AI” y la desigualdad digital entre países frente a la inteligencia artificial— están configurando no sólo procesos técnicos, sino espacios simbólicos en los que se redefinen las relaciones entre humanos, máquinas y discursos. En la línea del pensamiento que he venido desarrollando en el Laboratorio de Comunicación Humana y No Humana de la Facultad de Comunicación de la Universidad Anáhuac México, es imprescindible abordar dichas dinámicas desde una mirada holística que articule lo social, lo antropológico, lo cultural, lo económico y lo político.


Ética algorítmica en entornos laborales

La primera tendencia remite a la necesidad de incorporar principios de ética avanzados en el diseño y uso de sistemas de inteligencia artificial en el ámbito del trabajo. Según el análisis de World Economic Forum (2025), el verdadero desafío para los líderes organizacionales ya no es sólo adoptar IA, sino utilizarla de modo que cada trabajador participe de su desarrollo, valor añadido y transformación profesional (World Economic Forum). Esta orientación implica repensar el contrato laboral y simbólico: no basta la eficiencia técnica, se impone una ética que garantice dignidad humana, autonomía, deliberación informada. Antropológicamente, se abre la posibilidad de que el trabajo automatizado devenga en “actividad humana mediada por agentes relacionales”, no en simple reemplazo mecánico. Culturalmente, los sujetos laborales exigen ser “colaboradores” de la IA, no objetos de ella. En lo económico, las empresas que internalicen la ética en IA podrán construir ventaja competitiva de confianza, mientras las que ignoren estas reglas podrían verse vinculadas a crisis reputacionales o reguladoras. Políticamente, las políticas públicas deberán adaptarse a marcos de responsabilidad algorítmica que incluyan supervisión humana, rendición de cuentas y transparencia. En síntesis: la ética algorítmica deja de ser un accesorio y se erige en columna vertebral de la transición digital de la organización comunicativa.


Fenómeno del “shadow AI” en la empresa

La segunda tendencia aborda el uso no autorizado de herramientas de IA por parte de los trabajadores —lo que se denomina “shadow AI”—, fenómeno que adquiere dimensiones simbólicas y comunicativas antes que meramente técnicas. Un reciente informe de Microsoft Corporation señala que el 71 % de las personas en el Reino Unido ya utilizan herramientas de IA sin aprobación por sus compañías, y que sólo un 32 % se preocupa por la privacidad de los datos empleados (IT Pro). Este comportamiento revela una grieta comunicacional: la conversación digital corporativa se desborda hacia canales no regulados, invisibilizando la mediación de la organización y erosionando la condición de interlocutor racional del trabajador. Socialmente, se genera una nueva arena de poder: el trabajador‑IA compite fuera de los marcos institucionales. Éticamente, aparecen peligros de control simbólico, efecto “caja negra” y desconocimiento del origen de la producción. Culturalmente, el “usuario” se convierte en “actor de IA no regulado”, y lo que antes era infraestructura mediada se vuelve autoproducción tecnológica. Económicamente, el coste real de la eficiencia oculta —y eventualmente de la vulnerabilidad de datos— aparece tarde. Políticamente, la empresa y el Estado deben afrontar la cuestión de cómo gobernar procesos comunicativos que ya no circulan por canales oficiales. En suma: el “shadow AI” no es solo un problema técnico, es una transformación de la agencia comunicativa en la empresa.


Brecha digital y regulatoria frente a la IA

La tercera tendencia invita a mirar la dimensión global y estructural: la enorme disparidad que existe entre países avanzados y países en desarrollo para asumir la revolución de la IA de modo equitativo. International Monetary Fund (IMF), a través de su directora ejecutiva Kristalina Georgieva, advirtió que la mayoría de los países carecen de marcos regulatorios, de infraestructura digital, de competencias laborales preparadas para la IA —lo cual abre una grieta profunda en términos de justicia comunicativa, inclusión y poder simbólico mundial (Reuters). Desde una perspectiva antropológica, este desequilibrio reproduce relaciones de dependencia tecnológica: los países con menos recursos quedan en roles de consumidores de inteligencia, no de productores. Socialmente, se consolida un dualismo entre “ciudadanos tecnológicamente empoderados” y “ciudadanos relegados”. Culturalmente, la hegemonía de narrativas tecnológicas parte de los centros de innovación, desplazando lenguas, valores y visiones periféricas. Económicamente, las ganancias de la IA se concentran y los riesgos se externalizan: los países débiles asumen el coste del rezago. Políticamente, la gobernanza global de la IA aún se encuentra en construcción, y corre el riesgo de legitimar un orden tecnocéntrico desigual. Desde la comunicación, la pregunta central es: ¿quién narra la IA y en qué idioma simbólico? En definitiva: la brecha regulatoria y digital no es solo técnica, es un problema de dignidad comunicativa.


Estas tres tendencias —ética algorítmica laboral, shadow AI y desigualdad digital global— se retroalimentan. La ética laboral exige control y transparencia frente al shadow AI. Este, a su vez, pone en tensión la capacidad reguladora de las organizaciones ante un entorno global fragmentado donde algunos países avanzan y otros quedan rezagados. Juntas configuran un paisaje de comunicación digital mediada por la IA que demanda vigilancia crítica, alfabetización y acción.


Otras 12 tendencias relevantes

-   Automatización inteligente de la narrativa de marca: El uso de IA generativa para crear storytelling marca‑empresa plantea una convergencia con la ética algorítmica, pues la voz de la marca ya no es humana sino híbrida, lo cual reconfigura el contrato comunicativo con el público.

-   IoT y edge computing en entornos mediáticos: La proliferación de dispositivos conectados y el procesamiento en el borde transforman la producción y distribución de contenidos en tiempo real. Esta tendencia se conecta con la brecha digital: los países con baja infraestructura edge quedan fuera del juego.

-   Privacidad de datos y vigilancia ubicua: Con la expansión del IoT y la IA, la tensión entre personalización y supervisión crece. El concepto de trabajador como actor comunicativo se ve impactado tanto por la ética algorítmica como por el shadow AI.

-   Realidad aumentada y metaversos blandos para entretenimiento integrado: La narrativa inmersiva se vuelve conversacional y experiencial; este nuevo entorno mediático plantea retos de agencia humana y de quién controla el relato —un punto estrecho para la ética algorítmica.

-   Big Data predictiva y medios adaptativos: Los algoritmos de recomendación ya no sólo sugieren contenidos sino moldean discursos colectivos. Esta tendencia refuerza la necesidad de transparencia y regula la economía de la atención.

-   5ª Revolución industrial: convergencia humano‑máquina en producción de medios: En el ámbito de creación de entretenimiento, vemos híbridos humano‑IA generando largometrajes, música y formatos virales; este esquema interroga los límites del autor, la audiencia y la agencia comunicativa.

-   Cargos algorítmicos de responsabilidad corporativa (Chief AI Officer, CAIO): Las organizaciones promueven nuevas figuras gerenciales para garantizar responsabilidad ética en IA —un eco directo de la ética algorítmica laboral.

-   Educación en alfabetización digital avanzada para la ciudadanía: Frente al uso no regulado de la IA (shadow AI) y la brecha digital, se impone un programa de formación crítica que dote a los usuarios de agencia y comprensión de sus entornos tecnológicos.

-   Economía de datos como recurso estratégico y disputa geopolítica: Los datos ya no son sólo insumo técnico, sino fuente de poder comunicativo y simbólico, lo que conecta con la desigualdad digital global.

-   Sostenibilidad y huella ambiental de la IA y el IoT: La gran escala de cómputo, sensores y conectividad plantea un reto ético‑ecológico; esta dimensión impacta la expedición humana de los tecnologías y su legitimidad.

-   Ciberseguridad en ecosistemas híbridos humano‑máquina: A medida que el trabajador es mediado por la IA y los dispositivos IoT proliferan, las vulnerabilidades se multiplican —una intersección entre privacidad, trabajo y tecnología.

-   Modelos de negocio de la atención conversacional y la experiencia inmersiva: Con la integración de agentes conversacionales, metaversos y IA, los medios y el entretenimiento migran hacia formas híbridas de monetización que requieren nuevos contratos comunicativos.

Cada una de estas tendencias orbita en torno a los tres núcleos centrales antes desarrollados, y configuran una cartografía de cambio que demanda lecturas multidisciplinares y acción reguladora, educativa y crítica.


Análisis predictivo

En el horizonte inmediato (3 a 6 meses), anticipamos que múltiples organizaciones implementarán políticas de «IA laboral responsable» como reacción a los escándalos de supervisión y a la pérdida de confianza de los trabajadores. Esto podría traducirse en la creación de directivas internas que exigen formación obligatoria, auditorías de algoritmos y participación activa de los empleados en el diseño de sistemas de IA (una deriva de la ética algorítmica laboral). En paralelo, las entidades regulatorias —particularmente en Europa— empujarán normas más estrictas para la utilización no autorizada de IA en entornos corporativos. De forma contraria, el fenómeno del shadow AI podría intensificarse si no se proveen herramientas oficiales y transparentes a los trabajadores, generando una doble capa de circulación comunicativa (formal e informal) con implicaciones para la gobernanza organizacional.

En el mediano plazo (6 a 12 meses), observaremos una aceleración de proyectos transnacionales que intentan reducir la brecha digital ante la IA. Aquí, los países en desarrollo podrían firmar acuerdos de cooperación tecnológica para construir infraestructura, competencial y regulatoria; sin embargo, el ritmo seguirá siendo desigual, lo que exigirá estrategias de mediación comunicativa global que incluyan alfabetización tecnológica y reformas de ciberética. En el ámbito de medios y entretenimiento, la convergencia humano‑máquina (5ª Revolución industrial) ganará protagonismo, con productos de contenido generados híbridamente y distribuídos en ecosistemas conversacionales —lo cual requerirá nuevos marcos de autoría, derechos y ética comunicativa.

Para la comunicación y el entretenimiento, estos desarrollos sugieren que la “audiencia” ya no será sólo receptora, sino partícipe en ecosistemas conversacionales mediados por IA e IoT, lo que plantea múltiples retos: ¿cómo aseguramos que esa participación sea legítima, diversa, ética? ¿Cómo evitamos que el trabajador‑usuario se convierta en prescriptor algorítmico sin supervisión? ¿Qué narrativa prevalece en un mundo donde los datos y la atención se mercantilizan? Es momento de llamar a la acción: académicos, diseñadores de medios, reguladores, comunicadores deben colaborar en la construcción de marcos de agencia digital, responsabilidad algorítmica y justicia comunicativa. El futuro de la comunicación digital no está escrito: está en nuestras manos.

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