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Trump y las teorías de comunicación

  • Foto del escritor: Alberto Ruiz Méndez
    Alberto Ruiz Méndez
  • 21 may
  • 3 Min. de lectura

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Donald Trump. No importa si lo admiras o lo criticas—y, seamos sinceros, suele ser más lo segundo que lo primero—, su figura es ineludible. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué la mayoría de nosotros estamos tan familiarizados con él?


No es que todos seamos apasionados seguidores de la política, pero como seres sociales estamos expuestos—y muchas veces rendidos—ante el incesante flujo de contenido mediático que nos rodea. Deslizamos el dedo sobre la pantalla y, en cuestión de segundos, absorbemos información en forma de videos, audios y titulares llamativos.


Pero, ¿es esta realmente la mejor manera de informarnos? Quizás alguna vez te has encontrado con ese amigo incómodo en una fiesta, el que, con cierta superioridad, te dice: "Yo no tengo TikTok, yo solo leo." ¿Tendrá razón? ¿Deberíamos abandonar el consumo fugaz de noticias y optar por fuentes más profundas y reflexivas? En este texto, intentaremos responder estas preguntas a través de la figura de Donald Trump.



El actual presidente de Estados Unidos ha sido una figura recurrente en los tabloides, ahora asociados con un tipo de periodismo sensacionalista y engañoso. Alcanzó gran notoriedad como magnate gracias a su participación en el reality show The Apprentice, un formato donde el escándalo premeditado y el morbo calculado forman parte del espectáculo.


Su carisma residía en sus gestos, su actitud y su porte de hombre de carácter fuerte; su petulancia, lejos de ser un defecto, se convirtió en un trampolín hacia la fama. Su personalidad, especialmente en el ámbito político, se distingue por su falta de diplomacia y su propensión a generar conflictos internacionales mediante declaraciones impulsivas y cargadas de emoción. Y bien, como sabemos, sus afirmaciones, lejos de ser simples anécdotas, tienen el poder de inquietar, transformar e incluso desestabilizar.



Desde el punto de vista de las teorías de la comunicación, Donald Trump se ha consolidado así mismo como un medio de agenda setting, este término se refiere a la capacidad de los medios para establecer la agenda cotidiana y determinar intereses e inquietudes. No es que los medios nos digan qué pensar, pero sí sobre qué pensar al influir en las preocupaciones y en las discusiones sociales.


Este es el caso de Trump pues ha sido percibido como un showman cuya base de votantes se consolidó, en gran medida, a través de dos medios clave: la televisión, con su reality show, y las redes sociales, especialmente Twitter—ahora X—, que desempeñó un papel decisivo en la expansión de su gran comunidad de seguidores. Así, tanto su figura como sus eslóganes más emblemáticos han formado parte de una estrategia calculada de control de la agenda, orientada a maximizar sus posibilidades de éxito.


Donald Trump es en sí mismo un medio que se explica a través del enfoque de la agenda setting pues cada declaración tiene el poder de establecer los temas prioritarios de la discusión global. Lo que sea importante para él, lo será para casi el resto del mundo.



La buena noticia es que, cuando nos percatamos de estas dinámicas, hemos iniciado el camino de ser más conscientes, de desarrollar un pensamiento más autónomo, cuestionar lo que recibimos y a asumir un rol activo en nuestro propio proceso de información.


Esta actitud implica reconocer que somos nosotros quienes elegimos la información que consumimos y que, en última instancia, somos responsables de nuestra propia reflexión y así poder decir: “yo sí tengo tik tok, pero también leo”.

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