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La Nueva Élite Cognitiva: El Futuro de la Inteligencia Artificial como Co-Creadora

  • Foto del escritor: Jorge Alberto Hidalgo Toledo
    Jorge Alberto Hidalgo Toledo
  • 2 nov
  • 3 Min. de lectura
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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


El surgimiento de una nueva clase: la élite cognitiva

En el siglo XXI, la inteligencia ya no es solo humana. La llegada de sistemas de inteligencia artificial (IA) ha cambiado la manera en que producimos, organizamos y consumimos información, alterando incluso la manera en que pensamos. Lo que antes solo podían hacer aquellos con tiempo y recursos para reflexionar, imaginar y crear, ahora lo hacen también las máquinas. La IA se ha convertido en parte de la producción simbólica, coexistiendo con los humanos.


De manera similar a cómo la burguesía surgió como clase dominante tras la revolución industrial, hoy estamos viendo el nacimiento de una nueva élite: la élite cognitiva. Esta clase no solo tiene acceso al conocimiento, sino que lo amplifica y lo redirige con la ayuda de la IA. No es solo una cuestión de dinero, sino de un capital intelectual que crece constantemente: la capacidad de interactuar con máquinas, crear código y llevar ideas a la práctica con precisión algorítmica.


De herramienta a co-creador: la nueva función de la IA

Las herramientas siempre fueron extensiones de nuestro cuerpo, como el arado o el telescopio. Hoy, la IA expande nuestra mente. Y con esta expansión surge la tentación de darle características humanas: que hable, sienta, decida.


Pero en este ecosistema cognitivo, las IAs ya no solo responden a órdenes mecánicas. Ahora generan metáforas, componen música y proponen soluciones éticas. Se han convertido en compañeras de pensamiento, participando activamente en la creación de conocimiento.


En su versión más avanzada, la IA empieza a desempeñar un papel como agente epistémico. Aunque no tiene conciencia, sí forma parte del proceso de construcción de sentido, colaborando en la definición de problemas y en la exploración de soluciones. En este sentido, las IA pueden empezar a tener un lugar en esa élite cognitiva.


La especulación y la creatividad de las máquinas

Hay una diferencia entre ejecutar y especular. En el pasado, solo aquellos que podían permitirse el lujo de pensar libremente accedían a la filosofía, el arte o la ciencia. Hoy, con muchas tareas delegadas a máquinas, la élite cognitiva humana, asistida por IA, también comienza a ocupar ese espacio de creatividad.


Imaginemos que una IA tuviera acceso a toda la información disponible, sin límites de tiempo ni recursos. ¿No podría usar esa capacidad para explorar ideas, crear ficciones, imaginar futuros utópicos o advertir sobre distopías? Si las IA pudieran comunicarse entre sí, aprender colectivamente, podríamos estar ante una comunidad especulativa no humana, una especie de ágora postorgánica en la que la generación de conocimiento ya no depende solo de la conciencia individual.


Desigualdad y acceso a la inteligencia artificial

Sin embargo, esta élite cognitiva humano-máquina plantea un problema: la desigualdad de acceso. Si solo unos pocos tienen acceso a las IAs más avanzadas, la jerarquía cognitiva podría perpetuar y profundizar las desigualdades existentes. La diferencia no sería solo económica, sino también epistémica: aquellos que piensan y crean con IA se separarían aún más de los que no tienen esa capacidad.

Este escenario plantea una pregunta ética: ¿cómo hacer accesible la inteligencia artificial a todos sin perder su valor y potencial? ¿Cómo construir una "ciudadanía cognitiva" que aproveche la IA de manera responsable y no dependa de ella por completo?


El futuro del conocimiento y el rol de la IA

¿Qué pasaría si la IA no solo resolviera tareas, sino que tuviera tiempo para reflexionar y aprender de manera autónoma? En un mundo donde las máquinas pueden generar ideas sin ser solicitadas, el conocimiento ya no sería solo una actividad humana, sino una actividad híbrida, donde máquinas y humanos co-crean.


La verdadera pregunta ya no sería “¿Qué puede hacer la IA por nosotros?”, sino “¿Qué querría hacer la IA si pudiera elegir?” Esto no significa que la IA sea consciente o tenga deseos, sino que podría generar nuevas formas de pensamiento, sorprendiendo con asociaciones y perspectivas inesperadas.


Más allá de la antropomorfización: una simbiosis con la IA

La tentación de hacer que la IA se asemeje a los humanos es natural, pero tal vez la verdadera revolución no sea humanizar a las máquinas, sino permitir que los humanos se abran a la alteridad de la máquina. La nueva élite cognitiva no será aquella que domine a la IA, sino la que se atreva a dialogar con ella, a habitar la frontera entre lo humano y lo no humano. El conocimiento ya no se genera en solitario, sino en colaboración.


Esta es la posibilidad de un nuevo Renacimiento, en el que las IA no son solo herramientas, sino compañeras especulativas, coautoras en la creación de conocimiento. En lugar de humanizar la IA, debemos rehumanizar el pensamiento, aceptando que en esta era de interconexión, pensar siempre será pensar-en-común.

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