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La inteligencia artificial como tecnología de la esperanza: alfabetización, competencias y el rol de la comunicación en un horizonte transdisciplinar

  • Foto del escritor: Jorge Alberto Hidalgo Toledo
    Jorge Alberto Hidalgo Toledo
  • 11 may
  • 4 Min. de lectura

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Hoy nos encontramos en medio del estruendo de los discursos tecnofílicos y las narrativas apocalípticas; por ello, la pregunta por el sentido ético y humano de la inteligencia artificial (IA) emerge como un acto de resistencia ontológica y como posibilidad de una visión esperanzadora de mundo. Frente a la aceleración algorítmica del mundo, la IA podría convertirse en una tecnología de la esperanza, siempre que su desarrollo se funde sobre una ética del cuidado, una visión humanista y una responsabilidad colectiva. No es la IA per se la que contiene dicha promesa, sino el horizonte axiológico desde el cual la diseñamos, narramos y habitamos.


La esperanza como anticipación crítica del porvenir

En el pensamiento de Ernst Bloch, la esperanza no se reduce a una proyección ingenua del futuro, sino que se configura como una práctica anticipatoria y política del porvenir. Desde esta perspectiva, la IA se vuelve tecnopedagógicamente esperanzadora en tanto posibilita la liberación del tiempo para el cuidado, la creatividad, la reflexión y la vida contemplativa. Ya hoy existen desarrollos en salud que permiten diagnósticos más tempranos y personalizados; no es ciencia ficción, es una realidad en gestación que requiere orientación ética.


Tecnología para la dignidad

La IA podría contribuir al acceso equitativo a bienes fundamentales: salud, educación, justicia, participación política. Cuando se diseña con sensibilidad cultural y enfoque de derechos humanos, puede convertirse en una herramienta para reconocer la diversidad humana y reparar desigualdades estructurales. Es el caso de los algoritmos que reconocen lenguas indígenas o los sistemas que amplifican la agencia de personas con discapacidad.


Inteligencia colectiva y alfabetización crítica

La esperanza también radica en la posibilidad de concebir la IA no como sustituto, sino como extensión solidaria de nuestras capacidades. En esta lógica, se requiere fomentar una alfabetización digital crítica, ética y sostenible que nos permita no solo usar la IA, sino comprenderla, cuestionarla y co-crearla. Esta alfabetización no puede ser técnica y operacional exclusivamente, debe ser integral y transdisciplinaria.

Dimensiones formativas para los desarrolladores de código


1. Ética aplicada y justicia algorítmica

Esro implica fomentar una sensibilidad hacia las consecuencias no previstas del código. El desarrollador debe preguntarse: ¿Qué subjetividades potencio o invisibilizo con esta línea de código?


2. Pensamiento sistémico y anticipatorio

Cuestionar y concebir los sistemas de IA como artefactos sociotécnicos complejos, cuyas decisiones afectan estructuras económicas, ambientales, sociales, espirituales y culturales. Se requiere un pensamientp fundamentado en diseño de futuros.


3. Competencia comunicativa y narrativa

Todo código narra el mundo; lo construye y comunica a través del lenguaje. Es necesario formar programadores capaces de leer, escribir y "cantar" (portar bondad, verdad y belleza) desde marcos simbólicos y semióticos, conscientes de los relatos del poder inscritos en la tecnología.


4. Ética del cuidado y diversidad epistémica

Estar formados integralmente para poder incorporar principios de sostenibilidad, respeto por la diversidad epistémica y consciencia ecológica. Las epistemologías del sur y los saberes ancestrales tienen mucho que aportar y dialogar con los del norte global.


5. Deliberación y participación pública

Fomentar habilidades de comunicación pública, responsabilidad social y participación en procesos de gobernanza algorítmica.


Disciplinas necesarias para la alfabetización esperanzadora


El camino hacia la IA como tecnología de la esperanza requiere una convergencia transdisciplinar:

  • Ingeniería y ciencias computacionales: para un desarrollo técnico con conciencia ética.

  • Filosofía: incorpirar el pensamiento crítico, la ética, la ontología, la metafísica y la epistemología.

  • Ciencias sociales: para tener un mejor comprensión de las desigualdades, exclusiones y estructuras de poder.

  • Educación: apoyarnos en la pedagogía del discernimiento y formación integral de ciudadanos digitales.

  • Derecho y gobernanza digital: vislumbrar marcos normativos y justicia algorítmica.

  • Humanidades digitales: capacidad para construr relatos, representaciones, imaginarios y simbolismo tecnológico.

  • Psicología y neurociencia: habilidad para una mayor comprensión de la interacción humano-máquina desde la cognición y la afectividad.

  • Ecología y estudios ambientales: mayor conciencia de la huella ecológica de la IA.


Esta cartografía del conocimiento no suma saberes, sino que los entrelaza en una ética de la cooperación.


La comunicación como arquitectura de lo posible

En este entramado transdisciplinar, la comunicación no acompaña: protagoniza. Su papel es tan estratégico como estructural. Aquí cinco funciones cardinales del rol que debe jugar:


1. Mediación simbólica y sentido colectivo

Posibilidad de traducir lo técnico en lo humano. La comunicación transforma el lenguaje del código en narrativa compartida. La IA se narra, y su sentido social depende de cómo se narre.


2. Ciudadanía digital y alfabetización crítica

El comunicador es educador ético, capaz de empoderar sujetos digitales críticos, responsables y participativos.


3. Análisis de discursos y deconstrucción de sesgos

Con herramientas semióticas, retóricas y discursivas, el comunicador detecta narrativas dominantes, sesgos de representación y estructuras simbólicas de exclusión.


4. Interfaces humanizadas

Diseñar entornos empáticos y accesibles que consideren la experiencia comunicacional como relación sensible y cultural.


5. Ética de la visibilidad y narrativas de esperanza

La comunicación da visibilidad a saberes olvidados, comunidades excluidas y futuros posibles. Comunicar es proyectar esperanza.


La inteligencia artificial podrá ser tecnología de la esperanza si y solo si responde a la pregunta por el ser humano: su fragilidad, su dignidad, su potencia. No se trata de esperar de la IA, sino de esperar con la IA, en una alianza intergeneracional y transdisciplinar que nos permita imaginar y co-construir un mundo más justo, más cuidadoso, más humano. La comunicación, como arquitecta de lo posible, tiene la tarea de sostener, narrar y encarnar esa esperanza.

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