El espejo negro de la democracia digital
- Alberto Ruiz Méndez

- 19 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 may

¿Qué pasa con la democracia cuando todo se vuelve entretenimiento? El episodio Joan is Awful de Black Mirror no solo es una sátira de las plataformas de streaming y la inteligencia artificial. Es, sobre todo, un retrato inquietante de lo que somos como ciudadanos en la era digital.
En el episodio, la vida de Joan se convierte en una serie transmitida por una plataforma llamada “Streamberry”, una versión oscura de Netflix. Todo lo que hace es observado, editado y dramatizado para ser consumido. No importa si es real o no: lo importante es que sea contenido.
Esta lógica es profundamente política. Porque si todo puede ser convertido en espectáculo, también puede ser neutralizado. La injusticia, el dolor, las decisiones morales… todo queda diluido en el algoritmo del entretenimiento.
Como decía Guy Debord, vivimos en la sociedad del espectáculo: donde lo real ya no importa, solo su representación. Black Mirror lleva esa idea más lejos: ahora, ni siquiera hace falta que tú lo cuentes. La IA lo hará por ti. Y lo hará de forma más atractiva, más rentable… más falsa.
¿Y qué queda entonces de la ciudadanía? Si la vida pública se reduce a “lo que aparece en pantalla”, si nuestras emociones son dirigidas por plataformas que lo deciden todo por nosotros, ¿dónde queda el debate, la responsabilidad, la acción colectiva?
El episodio muestra una sociedad hiperconectada pero desconectada de lo común. Una sociedad donde ya no hay espacio para el disenso, porque todo se convierte en espectáculo personalizado. Cada quien encerrado en su propio “stream”.
Joan is Awful no solo nos alerta sobre la tecnología. Nos obliga a preguntarnos: ¿cómo queremos vivir juntos? Si la democracia es diálogo, conflicto, responsabilidad… entonces necesitamos salir de la pantalla, y recuperar la voz, porque como escribió Guy Debord: “Donde hay representación, ya no hay verdad.”
Porque si no decidimos qué historias contar, otros lo harán por nosotros. Y tal vez no seamos los protagonistas.




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