Durante años los expertos mexicanos aseguraron que los incels eran un fenómeno más que nada anglosajón dadas las características deshumanizantes de esas sociedades. La familia mexicana, alegaban, hacía impermeable a nuestro país de estas tragedias. La realidad, tristemente, demostró otra cosa. El vector que incrementó la posibilidad de un ataque de este tipo no fue la posible desintegración familiar, sino el aumento de uso de redes sociales.